El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes

“Aquella mañana en que la odiaba más que nunca, mi madre cumplió treinta y nueve años. Era bajita y gorda, tonta y fea. Era la madre más inútil que haya existido jamás” (p. 7). Cuando un libro inicia de forma tan contundente, uno como lector tiene dos opciones: huye despavorido e indignado o se queda ante la promesa de una historia sorprendente. Confieso que estoy dentro del segundo grupo, decidí quedarme hasta el final y disfruté cada una de las páginas de la novela.

Alesky recuerda en su adultez, a forma de terapia, el verano que pasó con su madre en un pueblecito francés al que ella, sin que él lo supiera, llegó a morir. Entre los dos hay heridas profundas. Él ha padecido durante la mayor parte de su vida, después de un suceso que terminó de joder a la familia, el rechazo de la madre a quien ha terminado por odiar con absoluta intensidad.

Durante las semanas que pasan juntos lejos de su cotidianidad, la relación entre los dos se transforma y ellos deponen sus prevenciones con el propósito de alcanzar la reconciliación cuando el final de ella se acerca. Como la novela está narrada en primera persona desde el punto de vista de Alesky quedé atrapado con las descripciones físicas, morales y emocionales de la madre que poco a poco, con extrema sutileza, se van suavizando, mostrando que el hijo ha sido capaz de ponerse en los zapatos de ella y le ha concedido su perdón.

Quizás no todos tengamos relaciones tan conflictivas ni estemos tan rotos como esta madre y este hijo, pero muchas veces mantenemos tensiones familiares que sería mejor atender a tiempo para no arrepentirnos después.

Aquí no hay un final feliz. De hecho, todo es un poco descorazonador, pero el libro me encantó porque es honesto y muestra el mundo como es.

Ficha
Título: El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes
Autora: Tatiana Țîbuleac
Páginas: 247
Editorial: Impedimenta
Año: 2019
Calificación: ★★★★★

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