Colson Whitehead nos presenta a Elwood Curtis, un joven afroamericano, que escucha con avidez los discursos de Martin Luther King y que tiene claro que trabajará duro por tener un futuro a la altura de sus expectativas. Sin embargo, por estar en el momento y lugar equivocados, Elwood se ve implicado en un delito y es enviado a la Academia Nickel, un reformatorio donde la crueldad y el irrespeto a la dignidad, sobre todo la de los muchachos negros, imperan.
Esta novela está basada en hechos reales y aunque parte de un hecho particular es para mí un alegato sobre las contradicciones que caracterizan a Estados Unidos: la tierra de las libertades en la cual ha imperado la exclusión y en la que la lucha por los derechos civiles ha sido un camino tortuoso que ha logrado éxitos en el papel que no siempre se traducen en acciones reales. Quizás Turner, el amigo que Elwood consigue en la Nickel, lo dice mejor: “Puedes cambiar una ley, pero no puedes cambiar a la gente ni la manera en que se tratan unos a otros” (p.112).
Este es el primer libro que leo del autor y me encantó su estilo narrativo. El prólogo está construido en tono de crónica periodística y lleva al lector casi a la crispación. Luego, la historia avanza con ritmo y las aparentes digresiones (que en principio no comprendía) son relevantes para llegar a un final sorprendente y estremecedor.
En 2020 Colson Whitehead recibió el Premio Pulitzer, en la categoría de Ficción, por Los chicos de la Nickel. Ya se había hecho merecedor al mismo galardón en 2017 por la novela El ferrocarril subterráneo que ya está en mi lista de lectura pendientes.