Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven
En Ensayo sobre la ceguera un hombre queda ciego de repente. No hay explicación razonable para este caso, el primero de muchos del mal que el gobierno denomina “ceguera blanca”. Ese mismo gobierno, determina que lo mejor es aislar en cuarentena tanto a los ciegos como a los posibles contagiados y es precisamente en ese encierro donde sale a la superficie lo peor de la naturaleza humana, ese instinto animal que hace que los más fuertes sobrevivan a costa de lo que sea.
Me gustan muchas cosas de esta novela: no conocemos los nombres de los personajes, los identificamos por sus rasgos particulares; el personaje principal es alguien inesperado que no se nos muestra claramente en los primeros capítulos y finalmente me encanta ese trasfondo filosófico que está detrás de la obra: “Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven” dice uno de los personajes en algún momento del relato.
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