Indignados

Indignarse es un derecho, probablemente, un deber. La indignación dirigida conduce a la acción, y ésta al cambio.

No obstante, vivir en indignación constante, usando como trinchera las redes sociales, es un tanto patológico. Más aún, muchos de esos indignados de oficio no han vislumbrado que con frecuencia sus múltiples “indignaciones” no superan un filtro básico de coherencia política y filosófica.

Finalmente, hay un positivo asomo de democracia en esta situación, y es que en las redes sociales, y en la vida misma, la persona que así lo quiera puede optar por la permanente indignación. Pero, igualmente, los que no deseemos transitar por ese estado paranoide, podemos hacernos a un lado para resguardar nuestra salud mental.

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