Comencé a leer La Silla Vacía en marzo de 2010. Lo recuerdo bien porque en esa época fueron las elecciones legislativas en Colombia y también se realizó la consulta interna del Partido Conservador en la que muchos votamos por Noemí Sanín para atajar a Andrés Felipe Arias. Su cubrimiento de esa coyuntura fue lo que me atrapó.
Desde los primeros artículos que leí en el portal algo que me impresionó fue la profundidad de las historias. Ese espíritu aún es distintivo de La Silla, que no solo se conforma con la noticia sino que la analiza, la pone en contexto y consulta muchas voces (la versión oficial, los interesados, los afectados, el contrapoder, etc.).
En este libro, la fundadora y directora de La Silla, Juanita León, hace un recorrido por once años de historia, desde la concepción del proyecto hasta la actualidad, pasando por momentos que fueron emblemáticos, sus ideas fallidas (por ejemplo, cienmaneras.com) y su peor oso (anunciar apresuradamente la muerte de ‘Alfonso Cano’).
El libro es más que la historia de un proyecto periodístico. León, con su maravillosa forma de narrar, consigue mostrarnos un retrato de la vida política de la última década en el país y una reflexión de la transformación que se ha dado en los medios y en el consumo de los espectadores por la entronización de las redes sociales y la pauta digital.
Todos los años este medio tiene una campaña de SúperAmigos. Yo soy un orgulloso miembro de esa comunidad desde la primera versión de 2012 y aunque no siempre esté de acuerdo con los enfoques de La Silla, seguiré aportando a su independencia e informándome con criterio.